Optimismo es la palabra clave. Si bien es cierto que los medios de comunicación, como cualquier empresa, no estamos escapando de la incidencia de la crisis económica generada por el coronavirus, también lo es que hemos comprobado la gran valoración que la ciudadanía está haciendo de la función social que desempeñamos. Lo voy a explicar a continuación.
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Una primera aproximación al tema con el que titulo este artículo es que, al tiempo que estamos inmersos en una pandemia vírica, también lo estamos en lo que ya se le llama una «infodemia».
Se ha producido por primera vez a nivel mundial (con una intensidad sin precedentes y de manera simultánea en todo el planeta) una enorme demanda de información por parte de los ciudadanos, fundamentada en el miedo, que coincide con una oferta informativa que ya por sí misma es muy accesible y enorme.
Los ciudadanos, ávidos de conocer lo que pasa, pueden acceder desde su smartphone o a golpe de clic, por ejemplo, a medios chinos o italianos y, gracias al traductor de Google, hacer un seguimiento de lo que esté pasando en aquellos países y anticipar lo que puede venir. Sin embargo, esta combinación de miedo y proliferación de fuentes de información ha sido y es terreno abonado para lo que podríamos llamar un desorden informativo: bulos que nos llegan por las redes sociales y que whatsapp los multiplica, o incluso periodistas y medios digitales de nuevo cuño, absolutamente polarizados y sin un mínimo de deontología profesional periodística, etc.
En esta «jungla», ¿qué papel hemos jugado los medios tradicionales de comunicación?, ¿qué ha ocurrido con nuestras audiencias? Pues bien, todo esto ha permitido aún más distinguir las marcas y el periodismo de calidad de todo aquello que no es periodismo. Y por supuesto, en esto último incluyo a las redes sociales.
Nunca antes había quedado más claro que eso de «yo me informo por Facebook» es una falacia. Tú en Facebook no te puedes informar, te puedes entretener, pero no informar. Y como «lo que no son cuentas son cuentos», son nuestras audiencias las que han venido a demostrar lo anterior. Jamás (al menos en los 19 años que llevo en el Diario HOY) habíamos visto un consumo de información tan elevado e intenso. Es sabido que en el mundo digital se mide todo. Y nosotros también lo hacemos. No sólo hemos batido el récord de número de lectores (ha habido días con más de 600.000 usuarios únicos conectados en nuestra web), sino que estos lectores han estado realmente «enganchados» a juzgar por el número de veces al día que se conectaban a la edición digital del Diario HOY, por el número de informaciones a las que accedían y por el tiempo que pasaban entre nuestras páginas.
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Es claro que cuando «se juega con las cosas de comer» los extremeños han acudido a informarse a aquellos medios de comunicación de los que se fían y cuentan lo que pasa aquí en Extremadura. Han acudido a sus marcas de toda la vida, las que han estado acompañando la sociedad extremeña desde siempre.
Finalmente, quiero también hacer referencia a un segundo aspecto de esta crisis. Ha acelerado enormemente la digitalización de la sociedad. Hemos visto cómo personas hasta ahora remisas a utilizar la tecnología para determinadas cosas (servicios financieros, compras en el supermercado, etc.) han pasado de la noche a la mañana a convertirse en usuarios de servicios digitales. Y esto es una gran noticia para medios como el Diario HOY, que llevamos varios años gestionando una transformación que nos permite seguir siendo en esencia el HOY de siempre pero en los múltiples soportes que la tecnología nos proporciona.
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Todo lo anterior me hace ser optimista sobre lo que el futuro depara al sector de los medios de comunicación.
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