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El sector ha dado pasos de gigante que habrá que mantener

El sector ha dado pasos de gigante que habrá que mantener

Fernando Fernández-Chiralt

Director del Balneario de Alange

Viernes, 10 de noviembre 2023, 09:27

Comencé a trabajar en el Balneario de Alange hace 40 años y soy la quinta generación en la empresa familiar. En 1982 me incorporé a la labor que ya desarrollaba mi padre, militar de profesión y por aquel entonces aprendimos a huir hacia adelante para no cerrar. Él me enseñó a tratar a todos con humanidad.

Abríamos cuatro meses al año y, aunque era un destello de dinero en la economía de la empresa y del pueblo, el balneario no producía recursos suficientes para mejorar las enormes instalaciones que heredamos de la época dorada del termalismo y que, en aquel momento, presentaban casi ruina. Siempre recordaré a un amigo de mi padre que, al hablar del balneario, decía que este era una cochambre. Al contarlo yo en las visitas a las instalaciones, advierto que en aquella época, no solo los balnearios, sino toda la infraestructura turística en España estaba un poco cochambrosa. Hablamos de los años 60 y 70. El turismo de playa empezaba y el de interior casi no existía. Las casas rurales son de antes de ayer y todavía no se había inventado la palabra para definir el senderismo, tan ligado al turismo de interior.

En el caso de Extremadura, fue en la década de los 80, con la autonomía en pañales, cuando se crea la Consejería de Turismo y se empieza a apostar por este sector que, en esos momentos, prometía ser un motor económico. Se impulsa el turismo termal, el de caza, el de ciudades monumentales que entonces no tenían ningún reconocimiento y se empezó a vertebrar turísticamente toda la región.

Se comenzó a hacer promoción, pero nuestro mayor obstáculo era la escasez de plazas hoteleras y su baja calidad. Hoy día nos parece increíble, pero estaba todo por hacer y los empresarios carecían de recursos para remodelar sus negocios, desde cafeterías y restaurantes, hasta hoteles y hostales.

En ese escenario y con los fondos europeos llamando a la puerta, a finales de los 80 aparece la línea de ayudas a la inversión y a la calidad turística. Con estos recursos se subvencionan tanto la construcción como la mejora de establecimientos turísticos, estas últimas al 50% a fondo perdido. Automáticamente, los empresarios del sector nos ponemos a invertir y reformar. Todo ello acompañado de infraestructuras públicas, especialmente carreteras y adecentamiento de ciudades y pueblos. Además, hubo por parte de la Administración enormes facilidades para acceder a estas ayudas, facilidades que han ido desapareciendo y que han hecho que algunos fondos europeos se estén devolviendo a pesar de ser nuestra comunidad Objetivo Uno.

A partir de ahí, hemos llegado a nuestros días siendo Extremadura una comunidad que ha conseguido desarrollar turismo de caza, termal, rural, de agua dulce, gastronómico, ornitológico, astronómico y, a poco que nos descuidemos, de cruceros.

Quiero destacar la relevancia del turismo termal y el papel de los balnearios de la comunidad que supieron incorporarse al carro de la modernización y que, actualmente, somos punteros a nivel nacional. Facturamos más de 15 millones de euros y producimos el 14% de las pernoctaciones de Extremadura.

Y así este 2023 se ha convertido en el año de la normalidad, de la inflación controlada, de la pandemia controlada, de una guerra cronificada y del miedo a salir desaparecido. Pero, como en todo, la armonía dura un destello.

Hay un verdadero problema con las aglomeraciones de turistas que hacen insufrible vivir en los centros históricos y, de momento, no parece que las autoridades tengan voluntad de corregirlo.

Por otra parte, estamos perdiendo nuestra identidad por no saber defenderla. Creo que se están haciendo leyes muy bien intencionadas pero imposibles de cumplir. La búsqueda de lo barato nos hace surtirnos de productos excesivamente industrializados y ya nadie tiene un huerto o unas gallinas o compra los productos del pueblo. Intentamos crear mercados de cercanía y productos ecológicos y sostenibles cero emisiones, pero ya no hay nadie que venda nada porque nadie produce nada, ni de huertos, ni de repostería, ni de cosmética. Ya no hay tahonas en los pueblos. Toda la artesanía está en decadencia o ha desaparecido.

Sin embargo, en Portugal y en Francia todos esos mercados y productos domésticos siguen existiendo; sería bueno que las autoridades se dieran una vuelta por allí y copiaran. Hay que tener extremo cuidado con lo que se legisla pues si se endurece o prohíbe una actividad y se pierde la costumbre, aunque luego se suavice la ley, la costumbre ya no vuelve.

Estamos invadidos de sellos y certificaciones de calidad, sostenibilidad, eficiencia, declaraciones de patrimonio y de interés cultural por parte de organismos europeos, nacionales y autonómicos. Llegará un momento que algún destino utilizará el eslogan «no somos nadie».

Otro de los problemas que afecta al sector es que las empresas se están estructurando para tener el menor número de trabajadores y ser más competitivo. Lo social no interesa: Gasolineras de autoservicio, supermercados sin cajeras/ros, recepciones sin nadie, bancos desaparecidos.

Por las características de nuestro sector, nosotros tenemos un nivel alto de empleo y la mayoría de nuestros negocios están en la España vaciada. Cumplimos todos los requisitos para estar en el filo de la ruina y, sin embargo, los políticos no han mostrado sensibilidad para compensar a las empresas que tengan un ratio de personal generoso, y a los que estamos en las zonas rurales, se nos trata igual que si estuviéramos en primera línea de playa o en una gran ciudad.

Y finalmente, si el turismo somos todos y la experiencia del turista es integral, ¿por qué solo se legisla para las empresas dejando a los ayuntamientos al margen? ¿Cuántos de nuestros municipios tienen certificado de eficiencia o de calidad? Dependemos mucho del entorno, y si el turista busca cada día más el relax, el silencio y el respeto a lo autóctono, ¿no sería lógico que el ayuntamiento que se promocione como destino turístico tuviera que cumplir unas ordenanzas municipales de limpieza, ruidos, mantenimiento de la arquitectura popular y de las tradiciones?

A pesar de todos los problemas que he señalado, creo que en Extremadura hemos dado pasos de gigante creando una infraestructura turística donde no había nada, con un esfuerzo importante por parte de todos, empresarios y administraciones.

Nos encontramos en una posición excepcional pues todo lo que el turista identifica hoy con unas vacaciones ideales: silencio, no masificación, gastronomía típica, autenticidad, patrimonio natural y cultural, lo tenemos. ¿Sabremos conservarlo? ¿Sabremos venderlo?

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